El milagro de un buen consejo

Era muy común que mamá tuviera sus discernimientos,  y casi nunca se equivocaba. Marcos, mi esposo, y yo habíamos sido felices durante un tiempo,  pero él comenzó a ausentarse de casa durante días, y cuando regresaba, venia lleno de furia y yo siempre resultaba siendo la víctima. Me golpeaba sin explicación, más sin embargo yo no decía nada a nadie,  ni siquiera a mi familia. 
En una ocasión fui llevada de emergencia al hospital por haberme intoxicado con una comida, y mamá fue a visitarme y a pasar unos días. Durante su estadía allí,  Marcos no apareció. Mamá no criticó,  ni me preguntó nada,  tan solo me dijo esto: "Toma una vieja lata y entiérrala en el jardín trasero, y todo el dinero que ganes guárdalo allí". Después que ella se fue hice exactamente lo que me dijo, y enterré una lata en el jardín de atrás. Yo trabajaba como enfermera, pero en mis ratos libres durante la semana, trabajaba como peluquera,  y todo lo que iba ganando lo iba guardando en la lata. Los años fueron pasando y la tensión entre mi esposo y yo creció, a tal punto de afectar mi salud. Una noche le comenté que estaba pensando pedir un permiso en el trabajo por mis malestares de salud. Al instante en el cual dije eso,  Marcos se encendió en ira. Corrí a nuestro cuarto y tomé lo que pude.  Entonces empezó a golpearme, me arrastró hasta la puerta de la casa y me echó. Yo corrí,  entré en mi auto,  me alejé lo más rápido que pude,  llorando,  más que por el dolor causado por los golpes,  por el dolor que sentía en mi corazón. Llegué a casa de unos amigos, quienes me recibieron con los brazos abiertos. Ya no quería volver a casa aunque era de los dos. Pero con lo que tenía difícilmente podría alquilar un lugar para vivir.  Entonces cuando recordé la vieja lata enterrada  hacía cinco años. Así fue que esperé un par de días y me dirigí a la casa. Fui al jardín de atrás y tome la lata. Unos días más tarde, encontré un lugar para comenzar de nuevo. El vendedor no pedía mucho, solo la inicial en efectivo,  que resultó lo que tenía guardado en la vieja lata. Gracias Dios, gracias mamá.       Roberta Messner.

Es de sabios escuchar a tiempo el consejo. Para la mayoría de nosotros los consejos de las personas que realmente nos aman y desean nuestro bien,  nos parecen esa lata vieja, maltratada y un poco oxidada. Generalmente pensamos que,  muy en especial, nuestros padres,  tan sólo están como esa lata,  y no valoramos sus palabras. Creemos que no entienden el ritmo del mundo en el que vivimos, haciendo a un lado sus advertencias. Seamos precavidos y valientes,  para no seguir la corriente de la sociedad que nos rodea,  en la cual se han perdido la mayoría de los valores, y sigamos sin dudar,  todas esas palabras llenas de amor, cuyo principal objetivo es nuestra felicidad. No es fácil, pero tampoco imposible. Sigamos el buen consejo y siempre encontraremos salidas.   ¡Que Dios te de un Feliz Día!    Any Aular

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